
Hace ya mucho que no dibujaba...
Antes lo hacía muy a menudo, porque me gustaba. Me hacía sentir bien el hecho de tener que proponerme un reto y conseguirlo.
Además siempre he sido muy crítica tanto con mis trabajos como con los de los demás. Cosa que siempre me ha hecho estar insatisfecha conmigo misma.
No sé cómo explicarlo pero es como una especie de sensación de que no va a funcionar; quiero decir, cuando veo un trabajo sé si va a funcionar o no. Todos los trabajos que van ha estar de cara a un público o que van a ser exhibidos de alguna forma, tienen una especie de estado inalterable, como si fueran aptos para ser comercializados o fueran capaces de convencer de alguna forma al público que espera.
Y esa sensación es la que me convence finalmente a la hora de regalar algo o presentar algo de lo que hago.
Hace años hice un dibujo del que me quedé plenamente satisfecha. Nunca antes había dIbujado de aquella manera, y me quedé tan sorprendida y asustada de mi propia satisfacción que dejé de dibujar.
Tenía miedo a no poder volver a dibujar de aquella forma, pensaba que quizás era una suerte de cohincidencias y que me había salido tan bien de una forma aleatoria o inconsciente.
Así que entre eso, la desmotivación con las clases en la facultad de BB.AA. y mis baches emocionales, no volví a dibujar en serio durante años.
La semana pasada empezamos con los exámenes de Junio en la facultad, concretamente con el de dibujo.
El examen consiste en realizar dos dibujos de modelo al natural en cuatro sesiones de tres horas cada una; uno de línea y otro con sombras mediante planos de luz y oscuridad.
Después de la primera parte del examen de dibujo me decidí a practicar un poco en casa.
Y la verdad que después de tres horas dibujando por obligación para un examen, a un señor en bolas, se me hacía hasta divertido ponerme a hacer cualquier ralla en casa por propia voluntad; así que pensé, que podía aprovechar mi motivación para hacerle un retrato a un amiga por su cumpleaños.
No es como aquel dibujo que hice hace tiempo, pero la verdad, pude respirar tranquila, porque la primera frase que me vino a la cabeza cuando terminé fue: ¡gracias a Dios, no lo he perdido!
Y ahora que he olvidado mi viejo pánico y que algo parecido a la motivación se agita dentro de mi, he de decir que me alegro de saber que no fue aleatorio, que no fue inconsciente, que forma parte de mi y lo llevo dentro y que sólo he de dejarlo salir con un poco de práctica e inspiración.
GRACIAS MUSAS.